Advent Review y Sabbath Herald d. 30. enero 1894
El peligro de que la luz se vuelva tinieblasEl peligro de que la luz se vuelva tinieblas
El Señor ha condescendido en daros un derramamiento de su Santo Espíritu. En el congreso y en nuestras diversas instituciones, una gran bendición ha sido derramada con abundancia sobre vosotros. Habéis sido visitados por los mensajeros celestiales de luz, verdad y poder, y no debiera pensarse que es extraño que Dios os bendiga así. ¿Cómo 156hace Cristo para que su pueblo le sea sumiso? Mediante el poder de su Espíritu Santo, pues el Espíritu Santo, por medio de las Escrituras, habla a la mente e impresiona la verdad en el corazón de los hombres. Antes de su crucifixión, Cristo prometió que el Consolador sería enviado a sus discípulos. Dijo: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio... Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”. Juan 16:7, 8, 13, 14.
Esta promesa de Cristo ha sido tomada con mucha liviandad, y debido a una escasez del Espíritu de Dios, no se han comprendido la espiritualidad de la ley ni su eterna obligación. Los que han profesado amar a Cristo no han comprendido la relación que existe entre ellos y Dios, y todavía apenas si la comprenden oscuramente. Tan sólo vagamente comprenden la maravillosa gracia de Dios al dar a su unigénito Hijo para la salvación del mundo. No comprenden cuán abarcantes son los requerimientos de la santa ley, cuán íntimamente se han de aplicar en la vida práctica los preceptos de la ley. No comprenden cuán grandes privilegios y necesidades son la oración, el arrepentimiento y el cumplir las órdenes de Cristo. La misión del Espíritu Santo es revelar a la mente el carácter de la consagración que acepta Dios. Mediante el Espíritu Santo, el alma es iluminada y el carácter se renueva, santifica y exalta.
Mediante la actuación profunda del Espíritu de Dios, se me ha presentado el carácter de la obra de la visitación del Espíritu de Dios. Se me ha presentado el peligro en que serían colocadas las almas que hubieran sido así visitadas, porque después tendrían que hacer frente a más decididos 157ataques del enemigo que las asediaría con sus tentaciones para dejar sin efecto la obra del Espíritu de Dios y hacer que esas trascendentales verdades, presentadas y atestiguadas por el Espíritu Santo, no purifiquen ni santifiquen a los que hubieran recibido la luz del cielo, y así la causa de Cristo no sería glorificada en ellos.
El período de una gran luz espiritual, si esa luz no es sagradamente apreciada ni se actúa conforme a ella, se convertirá en un período de oscuridad espiritual equivalente. Si los hombres no aprecian la sagrada impresión hecha por el Espíritu de Dios y se sitúan en terreno santo, esa impresión se esfumará de su mente. Los que deseen avanzar en conocimiento espiritual, deben estar cerca de la misma fuente de Dios, y deben beber, vez tras vez, de los manantiales de salvación tan benignamente abiertos ante ellos. Nunca deben abandonar la fuente de refrigerio, sino que con corazón henchido de gratitud y amor, ante el despliegue de la bondad y compasión de Dios, deben participar continuamente del agua viviente.
Oh, cuánto significa esto para cada alma: “Yo soy la luz del mundo”; “yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre [pues no hay nada que sea más satisfactorio]; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Juan 8:12; 6:35. Alcanzar esta condición significa que habéis encontrado la Fuente de luz y amor, y habéis aprendido dónde y cómo podéis ser nuevamente henchidos, y cómo podéis emplear las promesas de Dios aplicándolas continuamente a vuestra alma.
“Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis”. Juan 6:36. Esto se ha cumplido literalmente en el caso de muchos, pues el Señor les dio un discernimiento más profundo de la verdad, de su carácter de misericordia, compasión y amor, y sin embargo, después de haber sido así instruidos, se han alejado de Dios en incredulidad. Vieron los profundos efectos del Espíritu de Dios. Pero 158cuando se presentaron las insidiosas tentaciones de Satanás, como siempre vendrán después de que ha habido un período de reavivamiento, no resistieron hasta la sangre luchando contra el pecado. Y fueron vencidos por el enemigo los que podrían haberse mantenido en terreno ventajoso, si hubieran usado correctamente la preciosa instrucción que tenían. La luz que Dios les dio debieran haberla reflejado en el alma de otros. Debieran haber trabajado y procedido en armonía con las sagradas revelaciones del Espíritu Santo; y al no hacerlo, sufrieron una pérdida.
Se consentía el espíritu de diversión y chacota entre los estudiantes. Llegaron a interesarse tanto en sus juegos, que no hubo lugar para el Señor en su mente, y Jesús estuvo entre ellos en el campo de juego diciendo: Oh, si tan sólo hubieras sabido “a lo menos en éste tu día, lo que es para tu paz”. Lucas 19:42. “Aunque me habéis visto, no creéis”. Juan 6:36. Sí, Cristo se reveló a vosotros y se efectuaron profundas impresiones cuando el Espíritu Santo influyó sobre vuestros corazones. Pero seguisteis una conducta por la cual perdisteis esas sagradas impresiones y fracasasteis en mantener la victoria. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan 6:37. Comenzasteis a acercaros a Cristo, pero no permanecisteis en él. Renunciasteis a él, y se perdió de vuestro corazón la comprensión que habíais tenido de los grandes favores y bendiciones que os había dado. La cuestión de las diversiones ocupó un lugar tan grande en vuestra mente, que después de la solemne visitación del Espíritu de Dios, comenzasteis a discutirlas [las diversiones] con tanto celo, que se quebrantaron todas las barreras, y debido a vuestra pasión por los juegos, descuidasteis prestar atención a la palabra de Cristo: “Velad y orad, para que no entréis en 159tentación”. Marcos 14:38. El lugar que debiera haber sido ocupado por Jesús fue usurpado por vuestra pasión por los juegos. Elegisteis vuestras diversiones en vez del consuelo del Espíritu Santo. No seguisteis el ejemplo de Jesús, que dijo: “He descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Juan 6:38.
Las mentes de muchos quedaron tan confundidas con sus propias inclinaciones y deseos humanos, y han estado tan hechos al hábito de complacerlos, que no pueden comprender el verdadero sentido de las Escrituras. Muchos suponen que al seguir a Cristo estarán obligados a ser melancólicos y tristes porque se les requiere que se nieguen a sí mismos los placeres y locuras en que se complace el mundo. El cristiano viviente estará lleno de alegría y paz, porque vive como viendo al Invisible, y los que buscan a Cristo en su verdadero carácter tienen en su interior los elementos de vida eterna porque son participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo debido a la concupiscencia. Jesús dijo: “Esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. Juan 6:39, 40.
Toda vida espiritual se deriva de Jesucristo. “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12. Pero, ¿cuál es el resultado seguro de llegar a ser hijo de Dios? El resultado es que llegamos a ser colaboradores con Dios. Hay una gran obra que hacer para la salvación de vuestra propia alma, y para haceros idóneos para ganar a otros de la incredulidad a una vida sustentada por la fe en Cristo 160Jesús. “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí [¿Con una fe ocasional? No, con una fe permanente que obra por el amor y purifica el alma], tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida... Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo... Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero... El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”. Juan 6:47, 48, 51, 53, 54, 63-65.
Cuando Jesús pronunció estas palabras, las dijo con autoridad, seguridad y poder. A veces se manifestó a sí mismo en tal forma que la acción profunda de su Espíritu fue comprendida claramente. Pero muchos que vieron, oyeron y participaron en las bendiciones de aquella hora, se alejaron y pronto olvidaron la luz que les había dado.
Los tesoros de la eternidad han sido confiados a la custodia de Jesucristo para darlos a quien le plazca. Pero cuán triste es que tantos, rápidamente, pierden de vista la preciosa gracia que les es ofrecida por fe en Cristo. El impartirá los tesoros celestiales a los que creen en él, acuden a él y moran en él. No tuvo por usurpación ser igual a Dios y no conoce ninguna restricción ni cortapisa para deparar los tesoros celestiales a los que él quiera. No exalta ni honra a los grandes del mundo, que son lisonjeados y aplaudidos. Pero exhorta a su pueblo escogido y peculiar, que le ama y le sirve, para que vaya a él y pida, y le dará el pan de vida y lo dotará con el agua de la vida, que estará en su medio como un manantial que brotará para vida eterna.
Jesús trajo a nuestro mundo los tesoros acumulados de Dios, y todos los que creen en él son adoptados como sus herederos. Declara que será grande la recompensa de aquellos que sufren por su nombre. Está escrito: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1 Corintios 2:9.—The Review and Herald, 30 de enero de 1894.
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