Advent Review y Sabbath Herald d. 17. junio 1890
La verdad tal como es en JesúsLa verdad tal como es en Jesús
AL DAR a su Hijo unigénito para que muriera por los pecadores, Dios ha manifestado al hombre caído un amor que no tiene paralelo. Tenemos plena fe en el texto que dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:8), y sin embargo muchos han pervertido vergonzosamente esta palabra y han caído en peligrosos errores por una falsa interpretación de su significado. La santa ley de Dios es la única norma por la cual podemos estimar el afecto divino. Si no aceptamos la ley de Dios como nuestra norma, establecernos una norma propia. Dios nos ha dado preciosas promesas de su amor, pero no hemos de atribuir a Jehová una ternura que lo induzca a pasar por alto la culpabilidad y a cerrar los ojos ante la iniquidad.
El Creador ama a sus criaturas, pero el que ama al pecado más que a la justicia, al error más que a la verdad, perpetúa la transgresión que trajo calamidades a nuestro mundo, y no puede ser visto favorablemente por el Dios de verdad. El camino de la verdad y la justicia implica una cruz. Muchos interpretan mal los requerimientos de Dios, y los hacen significar cualquier cosa que no perturbe su conciencia o sea un inconveniente para sus 366relaciones comerciales. Sin embargo, la verdad es el único medio de santificación.
El amor de Dios, tal como se manifestó en Jesús, nos llevará al verdadero concepto del carácter de Dios. Cuando contemplemos a Cristo, traspasado por nuestros pecados, veremos que no podemos quebrantar la ley de Dios, y permanecer en su gracia; sentiremos que, como pecadores, debemos aferrarnos de los méritos de Cristo y cesar de pecar. Entonces somos acercados a Dios. Tan pronto como tengamos un concepto correcto del amor de Dios, no estaremos inclinados a abusar de él.
La cruz de Cristo testifica de la inmutabilidad de la ley de Dios, testifica que tanto nos amó Dios, que dio a su Hijo para que muriera por nuestros pecados. Sin embargo, Cristo no vino para destruir la ley, sino para cumplirla. No podían ser cambiadas ni una jota ni un tilde de la norma moral de Dios para colocarse a la altura del hombre en su condición caída. Jesús murió para que pudiera imputar al pecador arrepentido su propia justicia y hacer posible que el hombre guardara la ley.
El amor de Dios es infinito, y sin embargo el pecador no podía ser perdonado sino mediante el plan de la redención que implicaba la vergüenza, el vituperio, la ignominia y la muerte del Hijo de Dios. Ese hecho debiera desterrar de las mentes razonadoras la idea propiciada por muchos que pretenden la santificación: que la muerte de Cristo terminó con la obediencia a la ley de Dios. Diariamente hemos de aprender el gran plan de redención en la escuela de Cristo. Cuando cesamos de aprender, cesamos de ser alumnos en la escuela de Cristo. Pero si somos estudiantes bajo la tutela del divino Maestro, se abrirá nuestro entendimiento y aprenderemos cosas admirables de la ley de Dios.
Comportémonos cuidadosamente delante del Señor; pensemos con cuánta frecuencia hemos quebrantado nuestros 367votos y malogrado nuestras mejores resoluciones; con cuánta frecuencia ante una luz plena nos hemos apartado de Dios y hemos buscado nuestros ídolos. Es muy propio que nos humillemos bajo la poderosa mano de Dios.
Es natural que tengamos un concepto más elevado de nosotros mismos que el que debemos tener. Pero aunque nos es penoso conocernos a nosotros mismos como somos realmente, sin embargo debiéramos orar para que Dios nos revele a nosotros la forma en que él nos ve. Pero no debiéramos cesar de orar una vez que hayamos pedido sencillamente una revelación de nosotros mismos. Debiéramos orar para que Jesús nos sea revelado como un Salvador que perdona los pecados. Cuando vemos a Jesús tal como es, debieran despertarse en nuestro corazón deseos fervientes de ser librados del yo para poder ser llenos con toda la plenitud de Cristo. Cuando experimentemos esto, nos haremos el bien mutuamente, y usaremos todos los medios a nuestro alcance para llegar a la piedad. Debemos limpiar nuestra alma de toda inmundicia de la carne y del espíritu, y perfeccionar la santidad en el temor de Dios.
El amor de un Dios santo es un principio admirable que puede conmover el universo en nuestro favor durante las horas de gracia que se nos dan para probarnos. Pero si después del tiempo de gracia somos hallados transgresores de la ley de Dios, el amor de Dios será un ministro de venganza. Dios no transige con el pecado. El desobediente será castigado. La ira de Dios cayó sobre su Hijo amado cuando Cristo pendía en la cruz del Calvario en lugar del transgresor. El amor de Dios ahora se extiende para abrazar al más degradado y vil pecador que se acerque contrito a Cristo. Se extiende para transformar al pecador en obediente y fiel hijo de Dios. Sin embargo, ni una sola alma puede ser salvada si continúa en el pecado.
El pecado es la transgresión de la ley, y el brazo que ahora es poderoso para salvar, será fuerte para castigar cuando el transgresor pase ese límite de la tolerancia divina. El que rehúse ir en procura de la vida, el que no escudriñe las Escrituras para ver qué es verdad, para no ser condenado en sus prácticas, quedará con la mente cegada y entregado a los engaños de Satanás. En el mismo grado en que el penitente y el obediente son escudados por el amor de Dios, el impenitente y el desobediente serán dejados para sufrir los resultados de su propia ignorancia y dureza de corazón, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
Hay muchos que profesan seguir a Cristo, pero que nunca llegan a ser cristianos maduros. Admiten que el hombre está caído, que sus facultades están debilitadas, que es incapaz de hazañas morales, pero añaden que Cristo ha llevado todas las cargas, todos los sufrimientos, toda la abnegación, y que están dispuestos a dejar que él lo lleve todo. Dicen que no hay nada que puedan hacer sino creer; pero dijo Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. Jesús guardó los mandamientos de Dios. Los fariseos declararon que él quebrantaba el cuarto mandamiento porque restauraba completamente a un hombre en el día sábado, pero Jesús se volvió a los acusadores fariseos y preguntó: “¿Es lícito en día de reposo [sábado] hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús”. Lucas 6:9-11.
Ese milagro, en vez de convencer a los fariseos de que Jesús era el Hijo de Dios, los llenó de ira, porque muchos que presenciaron el milagro glorificaron a Dios. Jesús declaró que su obra de misericordia era lícita en el sábado. 369Los fariseos declararon que no lo era. ¿A quién creeremos? Cristo dijo: “He guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”. Juan 15:10. Por lo tanto, ciertamente es seguro que sigamos la senda de Cristo, y guardemos los mandamientos. Dios nos ha dado facultades que debieran usarse continuamente cooperando con Jesús, ocupándonos en nuestra salvación con temor y temblor, pues Dios es el que obra en nosotros tanto el querer como el hacer su buena voluntad.
Nunca debemos descansar satisfechos de nuestra condición y cesar de progresar diciendo: “Estoy salvado”. Cuando se fomenta esta idea, cesan de existir los motivos para velar, para orar, para realizar fervientes esfuerzos a fin de avanzar hacia logros más elevados. Ninguna lengua santificada pronunciará esas palabras hasta que venga Cristo y entremos por las puertas de la ciudad de Dios. Entonces, con plena razón, podremos dar gloria a Dios y al Cordero por la liberación eterna. Mientras el hombre esté lleno de debilidades—pues por sí mismo no puede salvar su alma—, nunca debería atreverse a decir: “Soy salvo”.
No puede jactarse de la victoria el que se reviste de la armadura, pues tiene todavía que pelear la batalla y ganar la victoria. El que soporte hasta el fin, es el que será salvo. Dice el Señor: “Si retrocediere, no agradará a mi alma”. Hebreos 10:38. Si no avanzamos de victoria en victoria, el alma retrogradará para la perdición. No debiéramos erigir normas humanas por las cuales medir el carácter. Hemos visto suficiente de lo que los hombres llaman perfección aquí abajo. La santa ley de Dios es la única cosa por la cual podemos determinar si estamos caminando de acuerdo con él, o no. Si somos desobedientes, nuestros caracteres no están en armonía con la norma de gobierno moral de Dios, y es una falsedad que digamos: “Estoy 370salvado”. No está salvado ningún transgresor de la ley de Dios, la cual es el fundamento del gobierno divino en el cielo y en la tierra.
Los que ignorantemente se unen a las filas del enemigo y se hacen eco de las palabras que en el púlpito pronuncian sus maestros religiosos, es a saber que la ley de Dios no está más en vigencia para la familia humana, dispondrán de luz para descubrir sus errores, si aceptan la evidencia de la Palabra de Dios. Jesús fue el ángel oculto en la columna de nube de día y en la columna de fuego de noche, y dio instrucciones especiales para que los hebreos enseñaran la ley de Dios, dada cuando se estableció el fundamento de la tierra, cuando cantaron juntas las estrellas de la mañana, y clamaron de gozo todos los hijos de Dios.
La misma ley fue proclamada grandiosamente por la propia voz de Dios en el Sinaí. El dijo: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos”. Deuteronomio 6:6-8. ¡Cómo se impacientan los transgresores de la ley de Dios cuando se les menciona la ley! Se irritan de que se les hable de ella.
La Palabra de Dios es invalidada por falsedades y tradiciones. Satanás ha presentado al mundo su versión de la ley de Dios, y ésta ha sido aceptada sin tomar en cuenta un claro “así dice Jehová”. La controversia que comenzó en el cielo a causa de la ley de Dios, se ha mantenido en la tierra permanentemente desde la expulsión de Satanás del cielo.
Siempre debemos comprender mejor nuestra gran necesidad, a fin de apreciar a nuestro Salvador y hacerlo conocer por otros. Podemos conocer las profundidades de nuestra transgresión únicamente por la longitud de la 371cadena que se hizo descender para elevarnos. Debiéramos dedicar nuestras facultades mentales a comprender la terrible ruina que nos ha provocado el pecado, y debiéramos procurar entender el plan divino por el cual podemos ser restaurados al favor de Dios. Siempre debiera humillar nuestro orgulloso corazón el que el amado Hijo de Dios tuviera que venir a nuestro mundo a reñir nuestras batallas por nosotros a fin de que pudiéramos tener fortaleza para vencer en su nombre. Si contemplamos la cruz del Calvario, toda jactancia morirá en nuestros labios y clamaremos: “Inmundo, indigno de tan grande sufrimiento, de tan elevado precio pagado por mi redención”.
Van lado a lado la ignorancia y la suficiencia propia. La ley de Dios ha sido dada para regular nuestra conducta, y es muy abarcante en sus principios. No hay ningún pecado, ninguna obra de injusticia, que escape a la condenación de la ley. La verdad es el gran código, y la verdad solamente, pues delinea con exactitud inequívoca la historia del engaño de Satanás y la ruina de sus seguidores. Satanás pretendía poder dar leyes mejores que los estatutos y juicios de Dios, y fue expulsado del cielo. Ha intentado algo similar en la tierra. Desde su caída, siempre ha realizado esfuerzos para engañar al mundo, para inducir a los hombres a la ruina, a fin de que pudiera vengarse de Dios por haberlo vencido y expulsado del cielo. Sus esfuerzos para colocarse y colocar sus maquinaciones donde debiera estar Dios, son muy perseverantes y persistentes. Ha cautivado al mundo en sus trampas, y aun entre el pueblo de Dios hay muchos que ignoran sus maquinaciones y le dan toda la oportunidad que pide para realizar la ruina de las almas. No manifiestan un celo ardiente para exaltar a Jesús y proclamarlo, ante la multitud que perece, como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29.
Los que no conocen las leyes del gobierno de Dios tal 372como fueron expuestas en el monte, no conocen la verdad tal como es en Jesús. Cristo reveló los abarcantes principios de la ley; expuso cada precepto, y con su ejemplo puso de manifiesto cada demanda de ella. El que conoce la verdad tal como está en la ley, conoce la verdad tal como está en Jesús; y si mediante la fe en Cristo presta obediencia a los mandamientos de Dios, su vida está oculta con Cristo en Dios.
El conocimiento de las demandas de la ley aplastaría hasta el último rayo de esperanza del alma si no hubiera sido dado un Salvador para el hombre. Pero la verdad, tal como es en Jesús, es un sabor de vida para vida. El amado Hijo de Dios murió para que pudiera imputar al hombre su propia justicia, y no para que éste estuviera en libertad de quebrantar la santa ley de Dios, tal como Satanás se esfuerza porque crea el hombre. Mediante la fe en Cristo, el hombre puede poseer poder moral para resistir el mal.
Si estáis condenados, no hay sino un camino a seguir: 373debéis arrepentiros ante Dios por la transgresión de su ley, y debéis tener fe en nuestro Señor Jesucristo como en el único que puede limpiar de pecado. Si queremos ganar el cielo, debemos ser obedientes a los santos requerimientos de Dios. Los que se esfuerzan legítimamente, no se esforzarán en vano. Creed tan sólo en la verdad tal como es en Jesús, y seréis fortalecidos para la batalla contra los poderes de las tinieblas. Los luchadores de antaño se esforzaban por obtener una corona perecedera. ¿Y no debiéramos esforzarnos para ganar la corona inmarcesible?
Cada artimaña y maquinación de Satanás serán usadas para realizar nuestra ruina. Si os quedáis con los despreocupados teniendo en vuestros labios las palabras “estoy salvado”, y no prestáis atención a los mandamientos de Dios, os perderéis eternamente. Hay verdad en Jesús que es terrible para los despreocupados y negligentes. Hay verdad en Jesús que está plena de reconfortante gozo para el obediente. Es el gozo del Espíritu Santo. Por lo tanto, estad seguros de abrir la mente y el corazón para que veáis cada rayo de luz que brilla del trono de Dios.
No hay tiempo para ser indiferentes, descuidados ni amantes del placer. Cristo viene con poder y grande gloria. ¿Estáis listos? ¿Os estáis desprendiendo de vuestros pecados? ¿Estáis siendo santificados por la verdad en respuesta a la oración de Cristo? El oró acerca de sus discípulos: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17:17.
Los padres debieran criar a sus hijos en el conocimiento y admonición del Señor, educándolos para que cumplan con amor la voluntad de Dios. Es imposible que estimemos en demasía las ventajas de la piedad juvenil. Las impresiones recibidas en la juventud son para muchos tan perdurables como la eternidad. En la juventud es cuando los estatutos y mandamientos de Dios se graban más fácilmente en las tablas del alma. Se ha descuidado 374grandemente la instrucción de los niños. No se les ha presentado la justicia de Cristo como debiera haberse hecho.
Se nos da el tiempo de gracia a fin de que podamos perfeccionar un carácter adecuado para la eternidad. Padres, ¡cuán solemne es el pensamiento de que vuestros hijos están en vuestras manos para que los eduquéis y preparéis a fin de que puedan desarrollar caracteres que aprobará Dios, o caracteres con los cuales podrán jugar a su antojo Satanás y sus ángeles! Jesús hablaba desde la columna de nube y de fuego, y ordenó a su pueblo que instruyera a sus hijos diligentemente en cuanto a los mandamientos de Dios. ¿Quiénes están obedeciendo esa instrucción? ¿Quiénes están procurando hacer que sus hijos sean tales que resulten aprobados por Dios? ¿Quiénes recuerdan siempre el pensamiento de que todos los talentos y dones de sus hijos pertenecen a Dios y debieran ser plenamente consagrados a su servicio?
Ana consagró a Samuel al Señor, y Dios se le reveló a él en su niñez y juventud. Debemos trabajar mucho más por nuestros niños y jóvenes, pues Dios los aceptará para que hagan grandes cosas en su nombre, enseñando la verdad en países extranjeros a los que están en las tinieblas del error y de la superstición. Si mimáis a vuestros hijos, complaciendo sus deseos egoístas, si fomentáis en ellos el amor al vestido y desarrolláis la vanidad y el orgullo, haréis una obra que chasqueará a Jesús, quien ha pagado un precio infinito por la redención de ellos. El desea que los niños le sirvan con un afecto indiviso.
Padres, hay una gran obra que debéis hacer para Jesús, quien ha hecho todo por vosotros. Tomadlo como a vuestro guía y ayudador. Dios no ha retenido de vosotros el máximo don que tenía para dar: su Hijo unigénito. Los niños y jóvenes no deben ser estorbados en su aproximación a Jesús. Satanás trata de aprisionar a los niños como con cintas de acero, y podréis tener éxito en llevarlos a 375Jesús sólo mediante decididos esfuerzos personales. Debiera prodigarse más ferviente labor a los niños y a los jóvenes, pues son la esperanza de la iglesia. José, Daniel y sus compañeros, Samuel, David, Juan y Timoteo son brillantes ejemplos que testifican del hecho de que “el temor de Jehová es el principio de la sabiduría”. Proverbios 9:10.
Debemos efectuar esfuerzos más fervientes y decididos, si queremos que el Señor Jesús more con nosotros como consejero y ayudador. La luz que brilla del Hijo de Dios en el Calvario puede llevar de vuelta al hogar a cualquier errante. Hay poder en Aquel que purifica el corazón y transforma el carácter. Trabaje cada cristiano por los niños y jóvenes, presentando delante de ellos el incomparable encanto de Jesús. Entonces se eclipsarán las atracciones y las ilusiones del mundo, y ellos no verán ninguna ventaja a ganar en el sendero de la desobediencia.
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